domingo, 7 de febrero de 2016

Yo no quiero un príncipe azul

Quién no ha visto la clásica película donde el príncipe azul busca a la dama para liberarla de un hechizo y no ha sentido el deseo de ser la protagonista de esa historia de amor. Qué mujer no ha soñado con aquel hombre bien plantado, vestido con su traje principesco. Cuántas hemos visto en él al hombre perfecto.
Creo que casi todas hemos idealizado a este personaje y quienes somos madres hemos llegado incluso a llamar cariñosamente así a nuestro(s) hijo(s).
Yo también lo hice hasta hace poco que me puse analizar a profundidad qué es lo que deseo para el futuro de mi hijo y llegué a la conclusión que no quiero que sea un príncipe azul. Ojo, no digo que sea malo, sólo que mi ideal es distinto.
Imaginé cómo sería un príncipe de cuento de hadas en su vida cotiana y varios aspectos de su rutina diaria no me gustaron.
Aquí algunos de esos puntos:

  • El príncipe azul se despierta sin prisa ni preocupación pues tiene todo un séquito a su servicio.
  • No tiene necesidad de tender su cama ni arreglar su habitación.
  • Le facilitan todo para asearse, lo visten y acicalan.
  • Procede a desayunar y no tiene necesidad de levantar ni lavar los servicios pues tiene personal que lo haga por él. 
  • No tiene que lavar su ropa, mucho menos plancharla.
  • Cuando se case pues la princesa cuidará a los hijos y él no podrá ayudarla ya que nunca aprendió labores caseras.   


Hasta acá ustedes dirán: Esta mamá está algo loca o ¿Qué toma para andar imaginando esas cosas?
Aquí viene la defensa a mi cordura. Honestamente, quien motiva mi imaginación y la hace andar a mil por hora es mi hijo. No hay noche en la que no aproveche el silencio para dejar volar mis pensamientos y soñar con su futuro. Y es que como toda mamá deseo lo mejor para él y ello implica lo mejor para su futura esposa y futuros hijos.
Yo no quiero que sea un príncipe azul. Yo deseo que sea un hombre cabal. Un hombre responsable, capaz de ayudar y apoyar en casa, autosuficiente, un padre que se involucre en la crianza de sus hijos, que no deje todas las labores a su compañera. Deseo que no se sienta superior ni inferior a otros, que tenga un corazón noble, que sea capaz de demostrar sus sentimientos, que no tema llorar frente a los demás cuando se sienta vulnerable. Anhelo que sea un padre amoroso, que cambie pañales, que lave la ropa, que asee a sus hijos.
Espero que llegue el día que una mujer me diga: Gracias, suegra. Usted educó a un buen compañero y padre. Es él mi hombre ideal.

Todo eso es lo que deseo para el futuro de mi hijo y Dios mediante sé que será una realidad.


Quiero agradecerles por permitirme compartir mis sueños con ustedes y como sé que toda madre o padre espera lo mejor para su hijo pues les invito a compartir sus respuestas a la siguiente pregunta: ¿Qué deseas tú para el futuro de tu hijo o hija?   


 

martes, 2 de febrero de 2016

La flecha perfecta de Cupido



Hasta hace un poco más de tres años, conforme se iba acercando el "fatídico" 14 de febrero había una pregunta que siempre rondaba mis pensamientos: ¿Por qué no puedo encontrar un verdadero amor? Pueden imaginarse que tras un fracaso matrimonial y dos relaciones fallidas ya empezaba a preocuparme un poco mi futuro. Debo ser honesta al decir que cada vez que me preguntaban sobre esta fecha pues mi mejor defensa era argumentar que esta es  una celebración creada con fines comerciales, etcétera, etcétera. Sumado a ello, siempre encontraba alguna amiga que estuviera en las mismas condiciones que yo y nos dedicábamos a rajar de todo aquel romántico que se nos cruzara.
Sé que no tengo un carácter muy fácil de comprender y de hecho me parezco bastante a Ágatha. Yo necesitaba un cupido reforzado que viniera no sólo con un tanque sino con toda la Armada entera.
Había pasado por tantas experiencias y vivencias que mi corazón tenía más de un caparazón para protegerme y realmente creía imposible que alguien llegara a reblandecerlo.  

Hoy, a doce días del "Día del Amor", ya nada de eso me preocupa porque tengo a mi verdadero y gran amor. Es más, ni siquiera me importa si es 10 de febrero o 20 de julio. Sé que ustedes como padres sabrán entender a qué me refiero. Y es que cada día siento que me enamoro más de mi hijo. Basta ver su mirada, sentir su olor o escuchar su vocecita para saber que no tenía que buscar el amor. El amor verdadero provino de mí misma, crecía en mi interior, se fortalecía día a día e iba llenando mi corazón de nuevas ilusiones y nuevos sueños.
Escribo esto porque sé que algún día mi hijo podrá leer lo que siento por él. Y aunque a diario le muestro mi amor y le digo cuánto significa su existencia en mi vida, quizá por su edad no llegue aún a comprenderdelo del todo.


A ti hijo: Quiero agradecerte por traer tanta luz y calidez a mi vida. Fuiste la cura a mi soledad, a mis días vacíos, a duras pruebas que me puso la vida. Ahora sé que tuve que batallar con todo eso para obtener una valiosa recompensa. Que mis lágrimas añorándote aún sin haberte conocido, ahora son lágrimas de completa felicidad. Quiero que sepas que nunca tuve tanto miedo como el que siento ahora, que no puedo ni imaginar cómo sería mi vida sin ti. Eres tan perfecto que a veces siento que estoy soñando y temo despertar.  
Eres tú quien le da sentido a mis días y sueños dulces por las noches. Eres mi perfume favorito, las canas verdes más valiosas que tengo, mis ojeras mejor justificadas.  
Tú eres mi fortaleza, mis ganas de vivir. Eres el torbellino que alborota mi entorno,  la luz que brilla en mi interior, el examen para el que no estudié.   
Sólo me queda decirte: Gracias, hijo. Tú me enseñas a ser cada día mejor mamá para ti. Tú eres la flecha perfecta de Cupido, eres y siempre serás mi gran amor.