Mientras enciendo mi laptop, observo la hora en el celular y caigo en cuenta que tres años atrás estaba terminando de instalarme en la cama que me habían asignado en el hospital.
Como ya les conté en un post anterior, yo me enteré que mi hijo venía en camino cuando ya tenía un poquito más de seis meses de embarazo. A pesar de ser una mujer ya madura, me encontraba bastante asustada y desorientada sobre cómo debía actuar, a dónde ir, con quién atenderme, entre otros detalles, así que recuerdo haber consultado a una enfermera de la clínica donde me encontraba y ella me sugirió que vaya a la Maternidad de Lima o al Hospital San Bartolomé para que me orientaran.
Por designio de Dios, decidí ir al Hospital San Bartolomé. Cuando llegué, me encontré gran cantidad de pacientes, movimiento por acá y por allá. Me acerqué a una enfermera y le conté mi caso. Ella de inmediato me hizo pasar a un cuarto de triaje donde me abrieron historia en menos de cinco minutos, me llevaron a consulta y pasé a control de embarazo de alto riesgo. Fue allí a donde conocí a uno de mis ángeles, el Dr. Esteves.
Luego de revisarme y sobre todo tranquilizarme, conversé largo y tendido con el doctor y debo decir que la empatía fue mutua desde ese momento. A partir de esa visita sentí al doctor como un amigo, una persona que realmente se preocupaba por mí, que entendía mis temores y que estaba allí para darme calma y seguridad.
Así pasaron las pocas semanas antes de que llegara a término y mi cesárea fuera programada. El doctor me informó que los doctores que normalmente atienden en consultorio muy pocas veces son quienes te operan. Sin embargo; él había decidido practicarme la cesárea así no estuviera asignado para realizar mi operación. Con esta noticia me sentí más que segura, me sentí querida, me sentí protegida.
Pasaron los días y llegó el domingo 19. Tenía que internarme un día antes pues mi cesárea estaba programada para el mediodía del 20. Eran las 9 PM y ya estaba en mi cama acomodando mis objetos personales, tratando de ponerme cómoda y familiarizándome con todas las compañeras de cuarto.
Estando ya instalada, llega la obstetriz de turno y procede a hacerme la revisión inicial. Grande es mi sorpresa cuando me dice que estaba con contracciones. Y yo decía: ¿Contracciones, pero si no siento nada? Entonces decide llevarme a hacerme el monitoreo fetal. Allí ratifica que estaba con contracciones y muy seguidas, mientras yo no sentía nada de nada.
Proceden a llevarme a otro lugar donde te preparan para entrar a quirófano pues habían decidido operarme en ese momento. Allí conocí al médico de guardia, a quien le expliqué que mi doctor me iba a operar, que lo llamaran porque hasta me había dado su número de celular para cualquier emergencia. Gracias a Dios, me hizo caso y lo llamó. Mi doctor les dijo que ni me tocaran, que él llegaba a operarme. Así que este médico me dejó descansar en esa cama para evitar que me estuvieran paseando por el hospital y debo decir que pasé un rato muy ameno pues me relajó contándome todas las historias que vivía allí.
Cuando llegó mi doctor, organizó al personal para el quirófano en un minuto. Ingresé temblando como una gelatina, creo que nunca antes había sentido que no tenía ningún control sobre mi cuerpo, temblaba como si estuviera en el mismo Polo Norte. Y es que estaba físicamente sola, no había tenido tiempo de avisar a mi familia que mi operación se había adelantado. Fue allí cuando me encomendé al Divino Niño Jesús y recobré el valor. Tenía que estar quieta para que me coloquen la epidural y mi doctor me tomó de la mano mientras el anestesista hacia su trabajo.
Acá viene la parte cómica para mí, si se puede llamar así. No sabía que a una la ataban de brazos como si estuviera crucificada. Fue realmente una posición bastante loca para mí. Luego me explicaron que esto es para evitar cualquier movimiento inesperado. Tampoco sabía cómo iba a sentir la incisión en mi piel ya que nunca antes me habían operado.
Pueden creer que ingenuamente sentí algo raro y pensaba que me estaban afeitando el vello púbico, así como se ve en las películas. Mientras divagaba y me comía mi roche, escucho de pronto un llanto. ¡Sí, un llanto! Mi hijo había nacido y yo no podía creerlo. ¿Cómo había pasado todo tan rápido? , ¿En qué momento lo sacaron de mi vientre?
Trato de enfocar mi vista porque eso de ser miope y entrar a quirófano sin lentes es una tortura. A pocos metros veo un pedacito de ser que estiraba un brazito y allí el tiempo se hizo eterno. Quería verlo, quería saber si estaba bien, contarle los dedos, tantas cosas. De pronto, veo movimiento. ¡Por fin me lo traen! No pude llorar, no pude ni respirar, me quedé congelada en el tiempo mientras le besaba la frente. Tuve que quedarme con ese primer beso pues se lo llevaron mientras culminaban mi operación. Ahora sí siento el vacío, siento que me falta una parte, empiezo a llorar incontrolablemente agradeciendo a Dios porque mi hijo estaba bien. Sólo paro de llorar porque mi doctor comienza a hacerme bromas y me arranca una sonrisa. El doctor termina de operarme y se despide de mí con una caricia en el cabello. Yo le doy un abrazo desde el alma, eternamente agradecida por su vocación, dedicación, por su calidad de ser humano.
Paso a sala de recuperación pensando: Por favor, por favor, que esto pase rápido, quiero ver a mi bebé. Pasa una hora y por fin, me llevan a mi cama y allí continúa la espera. Esta vez ya no estoy sola, estoy con mi mamá que había llegado pensando que recién me iban a operar y se había dado con la sorpresa de que ya era abuela.
Es mi mamá, que como toda mamá leona, comienza a moverse, a indagar, a preguntar en qué momento traerán a su nieto. De pronto, se abre la puerta e ingresa una enfermera con un pequeño bultito. Se lo coloca en brazos a mi mamá y yo no puedo creer lo que veo. Mi mamá sosteniendo a mi hijo, algo que ni en mis más hermosos sueños hubiera imaginado. Es ella quien me lo entrega y yo aún siento que no es mío, que no merezco lo que estoy viviendo. Lo contemplo y no creo que existe, lo huelo y voy aterrizando, lo acaricio y confirmo que está aquí, lo abrazo y siento que me dice: Bienvenida a mi vida.
Hoy, a casi tres años de haberlo tenido por primera vez en brazos, todavía siento que estoy en medio de un sueño. Aún no sé qué hice para merecer bendición tan grande, lo que sí sé es que mi vida entera está consagrada a hacerlo feliz.
Sé que algún día leerás esto y deseo que sepas que yo también cumplo tres años como tú, porque antes de tu existencia no estaba viva.
¡Feliz cumpleaños, gatito!
Que linda experiencia de embarazo y de cesàrea que ni cuenta se dió de las contracciones jijiji ... Así va pasando el tiempo y los pequeños van creciendo sin uno darse cuenta ... Feliz Cumpleaños Ezio
ResponderBorrarMuchas gracias, MaLu. Hasta ahora no puedo creer cómo no sentí ni una contracción. Tuve suerte creo.
BorrarTu milagro tu mayor tesoro y que siempre siempre te lo mereciste.... Bellos recuerdos .. Love you y feliz cumpleaños a los dos
ResponderBorrarMuchas gracias. Efectivamente, él es mi milagro viviente.
BorrarLinda experiencia!!! increíble que no sintieras dolor en tu contracción para mi cada contracción era una jalada de pelos jajaja... pero que lindo recuerdo , se que Ezio cuando vea algún día lo que escribiste se emocionara mucho . Feliz cumpleaños Ezio!!!
ResponderBorrarNo sentí nada de nada, mi hermano dice que soy una chola bien power, jijiji. Y te cuento que mientras esperaba mi cesárea tuve oportunidad de ver a todas las mamás que llegaban a dar a luz por parto natural y créeme que desde allí admiro la fuerza y valor que tienen tantas mujeres al parir.
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