martes, 21 de febrero de 2017

¿Realmente se trata de tener suerte?

Al ser mamá soltera es común que me pregunten cómo llevo mi relación con el padre de mi hijo. Incluso muchas amigas y conocidas que están en mi misma situación me dicen que tengo suerte al llevarme tan bien con él.
Debo decir que en realidad no se trata de tener suerte, es aprender a separar los sentimientos que uno tiene o pudo tener como mujer hacia esa persona y verlo estrictamente en su rol de padre. Es no traer a la mente rencores, enojos o diferencias que pudieron haber tenido como pareja. Se trata de valorar su conducta como papá, cuánto y cómo se involucra con su hijo, cómo se relaciona con él.
Les cuento en breve cómo veo al papá de mi gatito. Yo lo veo como aquel chico de quien me enamoré en mi adolescencia, aquel que alegraba cada uno de mis días al ser compañero de carpeta de colegio, ese loco que me ponía en aprietos cambiándome mi examen para ponerle su nombre.  Lo veo y pienso que sin él no tendría hoy a quien es el gran amor de mi vida. ¿Sería acaso mi hijo tan perfecto como lo es para mí? Pues no. Porque por ese hombre tengo la dicha de ser hoy mamá, porque en su momento lo amé y producto de ese amor engendré a un bebé.
También debo decir que he mandado al olvido su conducta como hombre, que si falló, que si mintió, es decir, todo lo negativo que pueda ver en él. Y es que en mi mente sólo hay una idea fija y es que mi hijo sea feliz. La prioridad es mi hijo, su bienestar, su salud física y mental. Tengo claro que si no pude darle una familia con padres unidos por lo menos puedo darle la tranquilidad de ver a sus padres tratándose cordialmente en un clima de amistad y respeto mutuo.
Lógicamente no es tarea fácil llevar como se dice la fiesta en paz, tampoco soy santa y teniendo el carácter fuerte que tengo, debo contener cualquier desavenencia y guardarla hasta poderla hablarla en privado. Jamás le he dicho nada negativo de su padre a mi hijo; por el contrario, alabo sus logros y todo lo positivo. ´
¿Qué he logrado con todo esto? Pues poder pasar momentos juntos y disfrutando de nuestro hijo con naturalidad. Es común que Ezio me pida que bailemos con su papá o que lo bañemos juntos, entre tantas cosas. Me ha pasado incluso tener que prestarles mi cama para que se echen juntos a ver televisión o simplemente a jugar. Definitivamente no sería posible complacer a mi hijo si me llevara mal con su papá.
Hasta acá quizá muchos piensen que existe amor, que hay esperanza de retomar la relación porque siempre tiene un detalle conmigo. Pues debo decir que no es ni será así. Su papá, hasta el último día de mi vida, será sólo eso, su papá. Un hombre que se ha dado cuenta que no es nada fácil criar un hijo sola. Él ya ha visto y vivido algunos eventos que paso normalmente cuando estoy sola con Ezio y que afronto sin su presencia ni apoyo físico. Recibir por ejemplo una flor en agradecimiento por aquella semana que me desvelé velando su sueño porque estuvo enfermo, una caja de chocolates por ver que su hijo crece rodeado de valores y formándose como un hombre de bien no simboliza amor, tan sólo representa gratitud y mi hijo es feliz cuando ve ese gesto que viene de su padre.             
Para concluir, no estoy afirmando que mi vida es perfecta o es ejemplo para nadie porque no sé qué nos depare la vida más adelante, sólo creo que vale la pena que ambas partes se esfuercen para lograr un buen rol como padres porque la felicidad de un hijo es invalorable. Si está en tus manos hacer de lado todo lo que te molesta y enturbia la imagen del padre de tu hijo, hazlo. Obviamente no todos los casos lo ameritan y muchas veces es más beneficioso para el niño no tener a la imagen paterna cerca.