Al ser mamá soltera es común
que me pregunten cómo llevo mi relación con el padre de mi hijo. Incluso muchas
amigas y conocidas que están en mi misma situación me dicen que tengo suerte al
llevarme tan bien con él.
Debo decir que en realidad
no se trata de tener suerte, es aprender a separar los sentimientos que uno
tiene o pudo tener como mujer hacia esa persona y verlo estrictamente en su rol
de padre. Es no traer a la mente rencores, enojos o diferencias que pudieron
haber tenido como pareja. Se trata de valorar su conducta como papá, cuánto y
cómo se involucra con su hijo, cómo se relaciona con él.
Les cuento en breve cómo veo
al papá de mi gatito. Yo lo veo como aquel chico de quien me enamoré en mi
adolescencia, aquel que alegraba cada uno de mis días al ser compañero de
carpeta de colegio, ese loco que me ponía en aprietos cambiándome mi examen
para ponerle su nombre. Lo veo y pienso
que sin él no tendría hoy a quien es el gran amor de mi vida. ¿Sería acaso mi hijo
tan perfecto como lo es para mí? Pues no. Porque por ese hombre tengo la dicha
de ser hoy mamá, porque en su momento lo amé y producto de ese amor engendré a
un bebé.
También debo decir que he
mandado al olvido su conducta como hombre, que si falló, que si mintió, es
decir, todo lo negativo que pueda ver en él. Y es que en mi mente sólo hay una
idea fija y es que mi hijo sea feliz. La prioridad es mi hijo, su bienestar, su
salud física y mental. Tengo claro que si no pude darle una familia con padres unidos
por lo menos puedo darle la tranquilidad de ver a sus padres tratándose
cordialmente en un clima de amistad y respeto mutuo.
Lógicamente no es tarea
fácil llevar como se dice la fiesta en paz, tampoco soy santa y teniendo el
carácter fuerte que tengo, debo contener cualquier desavenencia y guardarla
hasta poderla hablarla en privado. Jamás le he dicho nada negativo de su padre
a mi hijo; por el contrario, alabo sus logros y todo lo positivo. ´
¿Qué he logrado con todo
esto? Pues poder pasar momentos juntos y disfrutando de nuestro hijo con
naturalidad. Es común que Ezio me pida que bailemos con su papá o que lo
bañemos juntos, entre tantas cosas. Me ha pasado incluso tener que prestarles
mi cama para que se echen juntos a ver televisión o simplemente a jugar. Definitivamente
no sería posible complacer a mi hijo si me llevara mal con su papá.
Hasta acá quizá muchos piensen
que existe amor, que hay esperanza de retomar la relación porque siempre tiene
un detalle conmigo. Pues debo decir que no es ni será así. Su papá, hasta el
último día de mi vida, será sólo eso, su papá. Un hombre que se ha dado cuenta
que no es nada fácil criar un hijo sola. Él ya ha visto y vivido algunos
eventos que paso normalmente cuando estoy sola con Ezio y que afronto sin su presencia
ni apoyo físico. Recibir por ejemplo una flor en agradecimiento por aquella
semana que me desvelé velando su sueño porque estuvo enfermo, una caja de chocolates
por ver que su hijo crece rodeado de valores y formándose como un hombre de bien
no simboliza amor, tan sólo representa gratitud y mi hijo es feliz cuando ve
ese gesto que viene de su padre.
Para concluir, no estoy afirmando
que mi vida es perfecta o es ejemplo para nadie porque no sé qué nos depare la
vida más adelante, sólo creo que vale la pena que ambas partes se esfuercen
para lograr un buen rol como padres porque la felicidad de un hijo es
invalorable. Si está en tus manos hacer de lado todo lo que te molesta y
enturbia la imagen del padre de tu hijo, hazlo. Obviamente no todos los casos
lo ameritan y muchas veces es más beneficioso para el niño no tener a la imagen
paterna cerca.