domingo, 29 de octubre de 2017

Cómo sobreviví al divorcio

A ver, ¿por dónde empiezo? Primero, remontémonos 21 años atrás. Época en la que estaba en la universidad y en la que descubría un nuevo mundo lleno de libertad. Y es que había crecido bajo la sobreprotección de un padre muy preocupado por mí y que sin querer hacerme daño me mantuvo bajo estricta supervisión, al punto de no poder ir a fiestas ni paseos. Súmenle a eso mi baja autoestima por los kilos de más que siempre me acompañaron y que me hicieron una mujer insegura, incapaz de creer que podía resultar atractiva para el sexo opuesto. 
Es así como conozco a quien se convertiría en mi primer enamorado (sí, lo juro por la Sarita, nunca antes tuve ningún enamoradito ni nada) y que tiempo después se convertiría en mi esposo. Un chico que se mostró abiertamente interesado en mí, que se desvivía por hacerme feliz y que poco a poco logró ganarse el afecto de mi familia, al punto que mi papá le llegó hasta dar el título de hijo.
Nunca voy a olvidar las veces que se ofreció a cocinar en mi casa. O la vez que escuchó mi queja porque no tenía un jardín bonito qué regar y se apareció con lampa y pico para arreglar mi jardín y dejarlo lindo para mí. Sí, esos y muchísimos más detalles que me hicieron pensar que era el príncipe azul con quien había soñado. Fue así como cuatro años después acepté a ojos cerrados su propuesta de matrimonio y cometí la locura de casarme por civíl en tan sólo dos meses. No quisimos esperar armar una gran boda porque la prisa era empezar una vida juntos considerando lo bien que nos llevábamos y el matrimonio religioso quedó pospuesto hasta lograr ahorrar lo necesario para realizarlo. Es más, creo que sólo mi familia nuclear se enteró. No invité a nadie porque la idea era hacer la gran celebración cuando nos prometiéramos amor eterno frente a Dios.
Hasta acá todo parece un cuento de hadas, ¿cierto? Pues acá viene la historia de terror. El príncipe que tenía empezó a convertirse en sapo (perdón a los batracios). Ese hombre que inicialmente me dio la idea que sería mi complemento, comenzó a convertirse en una carga extra para mí. Atrás quedaron las labores compartidas en casa, los detalles e incluso la consideración frente al cansancio lógico de llevar las riendas de una casa. Llegué al punto de cuestionarme cada noche si yo era la que estaba errada y si estaba pidiendo más de lo justo. En poco tiempo estaba realmente exhausta física y emocionalmente. Yo jamás había imaginado mi vida así y me sentía frustrada al ver que no podía avanzar profesionalmente y que contra mi voluntad me iba encasillando en una situación que no me estaba haciendo feliz. Sin embargo, decidí seguir adelante y dar más de mí.
Así pasaron un par de meses y seguía apagándose mi luz interna. Él no daba muestras de cambiar pese a haberle hecho saber lo que sentía; por el contrario, se ausentaba más de casa y su actitud hacia mí iba de mal en peor. Es así, como después de mucho insistir pidiendo sinceridad, que me enteré que tenía una relación extramatrimonial y una hija producto de ella. Ya se imaginarán el impacto. No fue nada fácil pero, aunque no lo crean, yo perdoné. Perdoné y mostré apertura frente a la situación. Comprendí que la niña no tenía culpa de nada, pedí conocerla y relacionarme con ella. 
Así que él empezó a llevarla a nuestra casa, yo la conocí y le tomé cariño. Sí, muchos pensarán que esto suena falso o hipócrita. ¿Qué les puedo decir? Así soy yo. En fin, pasaron unos meses más y la situación empeoraba. Él no mostraba el menor interés por su hija y mucho menos por mí. La carga para mí se hizo mayor, ya no sólo hacía todo por mi esposo sino que también medio criaba a la bebé porque él no era capaz de atenderla en lo más mínimo. Sumado a eso, otra situación que me reservo por ser muy privada pero bastante grave como para querer alejarte de alguien.
¿Cuándo abrí los ojos? Tengo muy clara la fecha. Un 23 de diciembre, muy cerquita a Navidad, sentí que ya no daba más. Mi vida era un mar lleno de tristeza. Estaba cansada de fingir felicidad frente a mi familia para no preocuparlos y agotada de pensar que había fracasado. Entonces, cogí mis cosas y las empaqueté. Tomé una mochila, coloqué lo necesario para unos días y salí rumbo a mi casa. Recuerdo las caras de sorpresa de mis padres y hermanos, recuerdo las lágrimas y las palabras entrecortadas que salieron de mi boca. Recuerdo la primera vez que conecté con mi papá de manera tan íntima cuando me tomó del brazo y caminó conmigo en la alameda frente a mi casa y me ayudó a sacar todo el dolor que llevaba dentro. Lloré y lloré por días. Terminé refugiándome en mi cama y no salía ni siquiera para alimentarme, tan sólo me movía para ir al baño. Todo era dormir y llorar en esos días. Recuerdo las palabras de mi mamá que recurrió incluso a usar algunas de grueso calibre para sacarme de mi depresión: -Déjate de cojudeces, nadie vale que estés perdiendo tu tiempo así en una cama. Pero ni así terminaba de recobrar mis fuerzas y entereza.
¿Quién me sacó de esa depre? Pues una bolita peluda y negra que llegó a mi vida gracias a mi hermano. Sí, un perrito. Fue mi querido Abdulcito quien me sacó de esa cama para llenarme nuevamente de luz y amor. Con él volví a sonreír, reordené mis pensamientos y mi vida. Medité las palabras de mi mamá y sí pues, nadie vale la pena como para dejarse vencer porque todo depende de uno. ¿Por qué iba a estar yo así de triste mientras el otro andaba de lo más feliz? Ah, no, ya no le permitiría. Él no merecía ni una lágrima más y yo tenía la plena seguridad de haber dado todo de mí. ¿Fui yo la que fracasé? No, fue él que no supo valorarme. Él pasaría a convertise en tan sólo una prueba de lo fuerte que puedo ser y hoy sé que nunca más permitiré que nada me tumbe.
Y aquí me tienen, feliz y más segura que nunca.   

Con mi bolita de pelos, mi Abdulcito.

martes, 5 de septiembre de 2017

Por qué escoger calzado más allá del diseño


Hace unos días les conté que asistí al desfile del lanzamiento de la colección Primavera - Verano de Bibi. También les dije que vi modelos preciosos para esta temporada que llega pronto y prometí mostrarles algunos de los diseños que traen como novedad. Pero saben, no me animaba a recomendar la marca sólo por lo que había visto. Y es que ustedes, que gracias al fanpage ya me conocen, saben que soy fiel a mis principios y no podía recomendar algo que no usaba con mi hijo.
Entonces, como tenía precisamente que comprar calzado para mi gatito pues me fui en búsqueda de esta marca y luego de que mi hijo los usó puedo afirmar que no sólo son lindos en diseño; también cumplen con todos los beneficios que prometen. En mi experiencia personal y sobre todo luego de escuchar la opinión de Ezio que me dijo que le gustaban sus nuevos zapatos porque eran muy blanditos puedo decir que este calzado sí está pensado para los pies de nuestros hijos.  




Vamos a la parte técnica ¿Por qué usar Bibi?

Bibi ha sido la primera marca que desarrolló estudios sobre el calzado ideal para los niños y está siempre consultando médicos y especialistas para ofrecer salud y protección. Lanzó los calzados fisiológicos Fisioflex. Un concepto que surgió de la evolución de calzados anatómicos, considerando no sólo la parte física del desarrollo, sino también la capacidad del niño de descubrir el mundo con los pies.

¿Qué es la tecnología Fisioflex? 

 La tecnología fisioflex Bibi deja a los chicos libres para sentir el contacto con la naturaleza, brindándoles la sensación de estar con los pies descalzos. Esta plantilla se ajusta a la anatomía de los pies de nuestros hijos y posee ventosas flexibles que distribuyen la presión en los punto de apoyo de los pies y activan así las funciones neurológicas.


Lo que se viene para esta temporada Primavera -Verano

Estos son sólo algunos de los modelos que se vienen con fuerza para esta temporada. Quienes tienen niñas quedarán encantados porque podrán encontrar accesorios como carteras, pulseras y ganchitos para el cabello que hacen juego con el calzado. Y saben... ¡En unos días Bibi abrirá su primera tienda!!! ¿Dónde? En el Mall del Sur.


Este modelo me fascinó porque cada niño(a) puede personalizarlo pintándolo como más le guste. 
Calzado metalizado ¡Lo máximo! 
Si ya conocías las zapatillas con luces pues estas sandalias te van a fascinar.


lunes, 31 de julio de 2017

¡Me llega la Operación Pañal!



Creo que una de las etapas más complicadas durante estos cuatro años como mamá ha sido que mi gatito logre dejar el pañal. ¿Por qué? Pues más que nada por las expectativas que me había formado  guiándome de muchos artículos y post que leí sobre la famosa "Operación Pañal". Y es que la verdad, después de tratar de poner en práctica todos los consejos estandarizados que leí, sólo llegué a una conclusión: ¡Me llega la Operación Pañal!
Entonces, vayamos al grano y ahora les explico los puntos que originan mi rebeldía:

1.  El verano es la etapa ideal para dejar el pañal: ¡Falsooooo! Digo yo, ¿Qué tiene que ver el clima con el hecho de si tu hij@ alcanzó o no la madurez para controlar sus esfínteres? Francamente me parece inverosímil que muchos antepongan la comodidad de tener que lavar menos ropa porque en verano los peques pueden andan más ligeritos o porque pueden ponerle un shortcito y un par de sandalias y asunto arreglado, si se orina no habrá tanta ropa que sacar. Honestamente, no creo que nuestros hij@s deban padecer nuestro cansancio porque síííí, cansa lavar ropa, no lo niego pero vale la pena la chamba extra con tal de no presionarlos.

2. Los famosos "signos" que indican que tu hijo ya está listo: ¡No hay forma de que todos los niños actúen igual! Cada niño tiene su forma de expresar sus necesidades, si bien algunos optan por mostrar curiosidad por ver cómo se usa el inodoro pues esto no quiere decir que ya están listos para usarlo. Puede que algunos sientan temor, como en el caso de mi hijo.
Otro signo clásico es que si ves a tu niño que empieza a quitarse el pañal es porque ya está listo para dejarlo. Déjenme decirles que muchos se lo quitan porque es un hecho que les incomoda a la hora de jugar o por allí les causa mucha sudoración sobre todo en verano pero no necesariamente esto indica que está pidiendo a gritos dejarlo.

3. El asunto de que si le quitas el pañal ya no hay marcha atrás: ¿Acaso se puede ser tan radical? Es como ponerse a dieta, en algún momento pecarás con un poquitín de comida pero eso no quiere decir que fracasaste. Si un peque pide regresar al pañal pues hay que concedérselo, yo no veo la necesidad de hacerlo sentir mal. 

Ahora, ¿Cómo hice yo para que mi hijo dejara el pañal?


Simple: Respeté su propio tiempo y seguí su propio ritmo.
¡Así de fácil! Porque no hay método más efectivo que el que cada mamá puede inventarse y conociendo el carácter de su hij@ sabe cuál es su ritmo para hacer las cosas.
Respecto al tiempo, es decir la edad que tenía, pues a mí no me importó que lo vieran ya grande y en una edad en la que "supuestamente" ya debería de haber dejado el pañal. Siendo cruda, nadie me regalaba ni gastaba comprándole los pañales y a fin de cuentas era un asunto sólo mío y de mi hijo. Por lo que afirmo tajantemente que jamás debemos escuchar opiniones de terceros en asuntos como este y menos sentirnos mal porque creamos que estamos actuando mal. Sólo tú como madre o padre sabes qué es lo mejor para tu hijo.
Bien, dicho esto, les cuento qué hice yo en particular con mi hijo. Quizás les sirva alguna de mis ideas y situaciones vividas durante ese proceso:

1. Puede que parezca exageración pero tuve que comprar tres modelos distintos de bacín. ¿Por qué? Simplemente él no quería ir directo al inodoro porque sentía temor y tuvieron que pasar por su inspección dos bacines que no lo convencieron hasta llegar al ideal. Seguro algunos estarán pensando qué derroche o cuánto gasto pero ¿saben? para mí valió la pena haber gastado en ello porque cuando decidió usar el que eligió lo vi seguro y sobre todo relajado.


2. Otra de mis tareas fue buscar en la web cuentos y vídeos relacionados con el asunto del pañal como la canción Pipí y Popó. Incluso llegué a comprarle el libro "Marcial ya no usa pañal" y se lo leía así como quien no quiere la cosa, cero presiones sin insinuarle algo directamente. Por allí le hice alusión a que el niño de la foto se parecía mucho a él o que su bacín era del mismo color pero jamás lo presioné dándole un sermón o moraleja después de leérselo.  



3. Yo sí tuve "Marcha atrás"
Después de dos días en los que me sentía la reina del Universo porque mi hijo ya no usaba pañal, me cayó el baldazo de agua fría cuando pidió al borde de las lágrimas que quería hacer caca y si no era en el pañal no iba a hacer. Ingenua yo que no me había dado cuenta que en esos dos días pedía muy bien hacer pichi porque obviamente al ser varón miccionaba de pie pero hasta ese momento no habíamos llegado al instante de tener que sentarse para defecar. Así que caballero no más a ponerle el pañal.      

4. Después de ese retroceso me puse a analizar por qué mi hijo no quería defecar sino era en el pañal. Fue así que caí en cuenta que quizá le daba asco la sensación de ver sus excrementos ir directo al bacín o tal vez sencillamente se sentía raro defecando sin sentir el dichoso pañal. Entonces, la siguiente vez que pidió hacer caca le sugerí sentarse en el bacín con el pañal puesto tan sólo para que se familiarizara con esta nueva posición de estar sentando y funcionó. Mi hijo al ver que era también normal hacer sus deposiciones de esta forma se sintió cómodo y la siguiente vez le sugerí soltarle el pañal y fue así como lo coloqué en el fondo del bacín para que él defecara sobre él y nuevamente funcionó la idea. Finalmente, le hice analizar lo que ya había logrado en esas dos ocasiones y que podíamos probar esta vez sin poner pañal en el fondo del bacín para ver qué pasaba. Fue así como la curiosidad que le desperté lo llevó a arriesgar el todo por el todo y sentarse por fin libre del pañal y cantamos victoria porque lo había logrado, había dejado definitivamente el pañal.

5. ¿Y cómo dejó el pañal nocturno?
Aquí debo decir que pensé que mi hijo estaba completamente maduro para controlar sus esfínteres incluso dormido pero no, aterricé en la realidad cuando una noche me vi en medio de una piscina temperada. Así que desde ese día y hasta la fecha, debo despertarlo a medianoche para hacerlo miccionar. Obvio que me muero de sueño y me cuesta levantarme de mi cama pero prefiero mil veces eso a tener que encontrarme con mi hijo mojado, tener que lavar toda la ropa de cama y quitarle ese olorcito. Ah y como nunca está demás prevenir porque quizá su vejiga me quiera hacer una jugarreta pues uso sabanillas descartables en su cama.

Para concluir y no aburrirlos les dejo estos no sé si consejos o recomendaciones:


* Jamás compares a tu hijo. Si un niño dejó el pañal al año o dos (Dios sabrá si lo obligaron a hacerlo) no quiere decir que tu hijo deba hacerlo o que está retrasado en ese proceso.

* Evalúa si vale realmente la pena tener un ahorro en la economía al dejar de comprar pañales frente a ver a tu hij@ segur@ y tranquil@.

* Prepárate para cualquier prenda mojada o sucia por un "accidente" y no cometas el error de hacerle roche público a tu peque. Ya bastante tendrá con lo que sienta por propia cuenta. Recuerda que estás para hacerlo recobrar la confianza en sí mismo.

* Llama a las cosas como son. Si en casa dicen caca, pichi, popó, pufis o como se les ocurra, no le compliques la vida a tu peque usando palabras más rebuscadas por quedar bien frente a los demás. Poco a poco, aprenderán a expresarse usando términos como defecar o miccionar. La idea es no hacerse un mundo de palabras al inicio.


Bueno, deseo que les sirva un poquito este post y  espero cualquier pregunta o comentario que deseen hacer.
Cariños a todos.

martes, 21 de febrero de 2017

¿Realmente se trata de tener suerte?

Al ser mamá soltera es común que me pregunten cómo llevo mi relación con el padre de mi hijo. Incluso muchas amigas y conocidas que están en mi misma situación me dicen que tengo suerte al llevarme tan bien con él.
Debo decir que en realidad no se trata de tener suerte, es aprender a separar los sentimientos que uno tiene o pudo tener como mujer hacia esa persona y verlo estrictamente en su rol de padre. Es no traer a la mente rencores, enojos o diferencias que pudieron haber tenido como pareja. Se trata de valorar su conducta como papá, cuánto y cómo se involucra con su hijo, cómo se relaciona con él.
Les cuento en breve cómo veo al papá de mi gatito. Yo lo veo como aquel chico de quien me enamoré en mi adolescencia, aquel que alegraba cada uno de mis días al ser compañero de carpeta de colegio, ese loco que me ponía en aprietos cambiándome mi examen para ponerle su nombre.  Lo veo y pienso que sin él no tendría hoy a quien es el gran amor de mi vida. ¿Sería acaso mi hijo tan perfecto como lo es para mí? Pues no. Porque por ese hombre tengo la dicha de ser hoy mamá, porque en su momento lo amé y producto de ese amor engendré a un bebé.
También debo decir que he mandado al olvido su conducta como hombre, que si falló, que si mintió, es decir, todo lo negativo que pueda ver en él. Y es que en mi mente sólo hay una idea fija y es que mi hijo sea feliz. La prioridad es mi hijo, su bienestar, su salud física y mental. Tengo claro que si no pude darle una familia con padres unidos por lo menos puedo darle la tranquilidad de ver a sus padres tratándose cordialmente en un clima de amistad y respeto mutuo.
Lógicamente no es tarea fácil llevar como se dice la fiesta en paz, tampoco soy santa y teniendo el carácter fuerte que tengo, debo contener cualquier desavenencia y guardarla hasta poderla hablarla en privado. Jamás le he dicho nada negativo de su padre a mi hijo; por el contrario, alabo sus logros y todo lo positivo. ´
¿Qué he logrado con todo esto? Pues poder pasar momentos juntos y disfrutando de nuestro hijo con naturalidad. Es común que Ezio me pida que bailemos con su papá o que lo bañemos juntos, entre tantas cosas. Me ha pasado incluso tener que prestarles mi cama para que se echen juntos a ver televisión o simplemente a jugar. Definitivamente no sería posible complacer a mi hijo si me llevara mal con su papá.
Hasta acá quizá muchos piensen que existe amor, que hay esperanza de retomar la relación porque siempre tiene un detalle conmigo. Pues debo decir que no es ni será así. Su papá, hasta el último día de mi vida, será sólo eso, su papá. Un hombre que se ha dado cuenta que no es nada fácil criar un hijo sola. Él ya ha visto y vivido algunos eventos que paso normalmente cuando estoy sola con Ezio y que afronto sin su presencia ni apoyo físico. Recibir por ejemplo una flor en agradecimiento por aquella semana que me desvelé velando su sueño porque estuvo enfermo, una caja de chocolates por ver que su hijo crece rodeado de valores y formándose como un hombre de bien no simboliza amor, tan sólo representa gratitud y mi hijo es feliz cuando ve ese gesto que viene de su padre.             
Para concluir, no estoy afirmando que mi vida es perfecta o es ejemplo para nadie porque no sé qué nos depare la vida más adelante, sólo creo que vale la pena que ambas partes se esfuercen para lograr un buen rol como padres porque la felicidad de un hijo es invalorable. Si está en tus manos hacer de lado todo lo que te molesta y enturbia la imagen del padre de tu hijo, hazlo. Obviamente no todos los casos lo ameritan y muchas veces es más beneficioso para el niño no tener a la imagen paterna cerca.